miércoles, 18 de mayo de 2016

Cicatriz



Javier siempre supo  lo que quería ser: diseñador. Su hermana gemela Sonia nunca le llevó la contraria, quizá por esa unión tan especial que existe entre hermanos gemelos.
Ellos crecieron y su empresa de lencería femenina también. Las prendas con encajes, blondas y sedas de la marca JASON eran de las más preciadas y apreciadas por la gente de dinero. No necesitaban publicidad. La imagen de marca cumplía de manera completa sus funciones.
Sonia buscaba algo diferente para su vida, porque si bien Javier era feliz con la preparación y el diseño de cada nueva colección, Sonia soñaba con un hombre que rompiera las convenciones y supiera que el tirante de un sostén, antes o después, cede. Su hermano Javier no lo comprendió nunca.
Sonia buscaba por las tiendas de la marca a clientes especiales que se detuvieran en el tacto de los tirantes y un buen día en la ciudad de Cárdenas encontró a un muchacho que comprendía la elasticidad y la ley de Hooke mejor que el propio Newton.
Sonia se acercó con el botón de la blusa desabrochado  a la altura perfecta del pecho. Dejaba asomar una blonda de color champagne  que dejó sin aliento al joven.
—Me llamo Sonia.
—Yo Knut.
—Desde ahora te llamarás Roberto y trabajarás para mí.
Knut, ahora llamado Roberto, pronto tuvo un local perfecto, soleado y muy bien situado con unas vistas preciosas y una máquina de coser que rozaba la perfección. Sonia le dejaba robar la lencería de su hermano y luego juntos elegían los nuevos tejidos para los tirantes. Si no conoces las leyes de la física nunca comprenderás que madurez rima con flacidez y eso Sonia lo sabía y Knut, ahora llamado Roberto, también.

Colaboración a la lectura colectiva virtual del libro de Sara Mesa Cicatriz que realizamos varias personas bajo la guía del profesor Pedro Ojeda en su blog: La Acequia

En la entrada de hoy debo puntualizar que he optado al final por un relato corto para comentar la obra de Sara Mesa. La razón de que no sea un comentario como los anteriores es que el libro no me ha gustado demasiado y todos los escritos que he preparado eran quizá demasiado irónicos. Esta experiencia es buena para mí porque he descubierto una carencia que espero suplir con el tiempo en este grupo de lectura. La carencia es que no sé hacer una crítica constructiva sobre un libro que no me gusta.  Tengo que aprender a ser menos irónica con lo que no me gusta.

La idea de escribir un relato corto para esta entrada ha partido del profesor Pedro Ojeda al ver que no me atrevía a participar este mes con este libro.
Espero, al menos, que alguien tenga una media sonrisa, porque me lo he tenido que inventar ya casi fuera de plazo.